Apoyada en las barras que hace dos minutos escaló con una soga, una atleta corpulenta, una chica a la que nadie se animaría a gritarle "piropos" en la calle, llora y maldice en un solo idioma: el de la bronca y la frustración. Las cosas no han salido como esperaban en este equipo de mujeres. Otra vez será.
Allá, a cinco metros, las chicas de otro equipo festejan mientras se quitan los cinturones para levantamiento, tuneados con lentejuelas fucsia. Acá hay show y mucho. Si no, pregúntenle a los atletas de un box tucumano que se pusieron de acuerdo para teñirse el pelo de colores estridentes y brillar entre los gritos y los borbotones de transpiración.
Es que eso es el Crossfit: sudor, lágrimas y mucho, pero mucho show. A mucha honra. Los competidores de la Freedom Battle han demostrado que se puede matrimoniar el esfuerzo, la dedicación y la exigencia extrema con el espectáculo, barbas meticulosas y medias que parecen sueños de locos.
Pero más acá de las luces robóticas, de la música siempre al palo y de la voz áspera de la presentadora Jimena Prieto (Buenos Aires, cresta en el pelo, teñido de azul, lentejuelas azules en la cara), la competencia de Crossfit que se organiza por segunda vez en Tucumán ha dejado a todo el mundo con la boca abierta. Es que en apenas dos años se ha puesto al lado de las principales competencias de esa disciplina.
Tres días duró el torneo: desde el viernes 19 al domingo de Pascuas. El último día, hoy, los atletas se trasladarían a El Cadillal para medirse en remo, pero por las condiciones climáticas debieron quedarse en el Complejo Belgrano, donde se concentró toda la actividad.
Alrededor de 700 atletas de todo el país y de países vecinos (Brasil, Uruguay) desembarcaron en Tucumán para ponerse en las filas de las ocho categorías en competencia. El año pasado, la primera edición, habían sido 400. Los organizadores estimaron que al menos 3.000 turistas viajaron a Tucumán, traccionados por este encuentro.